Introducción y traducción de Lucía Montes Sánchez
En La dama duende, Georges Didi-Huberman se interroga sobre las formas en las que Georges Bataille se aproximó al arte. ¿Cómo encaró esa tarea de escritura y qué posición tomó en su labor? El autor nos ofrece un recorrido por múltiples obras de Bataille, haciendo especial hincapié en la revista Documents. Su posición con respecto al arte, nos dice, será siempre dialéctica, inextricablemente contradictoria, de modo que le exigirá invariablemente al arte dar forma a una experiencia que sea, a la vez, ejercicio de crueldad o sacrificio y fruto de una inquietud cercana a la inocencia de la infancia. Para ayudarnos a figurar algo así, la imaginación de Georges Didi-Huberman migra allí donde Bataille vivió, en1922, una serie de experiencias artísticas a través de las que, soberanamente, tuvo acceso a lo imposible. Fue el viaje decisivo que realizara por España, a los veinticuatro años, y que culminaría con su presencia en el célebre Concurso de Cante Jondo, organizado por Manuel de Falla y Federico García Lorca. Con un precioso y suculento abanico de imágenes, Georges Didi-Huberman aproxima en este texto dos figuras y dos operaciones extáticas, dos experiencias y dos exigencias lanzadas a toda forma de arte que pretenda salirse de los goznes de lo esperable y de lo posible, y que rompa con los procedimientos y las formas normados por el saber instituido en el canon de los estilos. De este modo, la desmesura que Bataille le exige al arte se dará la mano con la que trae consigo el duende inventado por Lorca en la década de los treinta. El duende juega con el arte, lo aleja de todo formalismo académico y lo aproxima a su propia aniquilación, hiriéndolo de muerte y abriéndole así su posibilidad de realizar y figurar lo imposible, es decir –en palabras de Lorca–, brindándole «un aire con olor a saliva de niño […] que anuncia el constante bautizo de las cosas recién creadas».
Disponible en librerías desde Enero de 2020